Educar…nos educa.

Tener un hijo significa convertirse en educador a tiempo completo.

Y educar nunca es tarea fácil. No importa los libros de educación que se hayan leído y lo bien que se conozcan los conceptos educativos. Educar siempre implica una superación de sí mismo.

El niño aprende y el adulto no lo hace en menor grado. La llegada de un hijo pone en marcha un proceso de replanteamiento de todo aquello que aprendimos, que recibimos de nuestros padres, que recopilamos a partir de nuestras experiencias vitales, que aprendimos hablando, leyendo, viendo películas, leyendo libros…

Todas nuestras creencias van a ser cuestionadas, nuestros valores, nuestras actitudes, nuestra forma de ser…todo va a ser puesto en tela de juicio cuando nos enfrentemos a situaciones del día a día con los niños.

Si vamos superando razonablemente los retos, nuestro niño va madurando…y también nosotros. Si nuestros alumnos van progresando también lo haremos nosotros como maestros. En caso contrario todo se complica.

Cuando el adulto se siente incapaz, cuando pierde confianza en su habilidad para influir en el menor, el estrés es una amenaza real. Y si se afinca en los hogares y en las aulas, produce importantes deterioros que a todos afectan.

Y no olvidemos que los profesores también son padres en muchísimos casos, y que el estrés en mayor o menor medida está presente en muchos de los trabajos que desarrollan los padres antes de llegar a casa cada día.

Se consolida así el problema, porque el estrés laboral, los problemas económicos, las dificultades de la vida, se acompañan de los problemas de la educación de los niños, porque tras una jornada laboral dura, cuando el cuerpo y la mente demandan tranquilidad y descanso, empieza la otra jornada, la del cuidado y atención de los hijos.

Sin duda la tarea más importante para los padres, y sin embargo cuando llegan a ella han consumido todas sus energías. Desean ver a sus hijos, disfrutar de la familia, lo necesitan para equilibrar su vida.

Un ambiente familiar armonioso, en el que existen relaciones de cariño y de respeto, donde cada uno encuentra su lugar y todos son importantes para todos, es lo que todos los padres y madres desean. Pero no siempre es fácil de lograr.

Se producen círculos viciosos: llego del trabajo estresado y agotado, los niños están esperándome y cuando llego empiezan a demandar una atención constante, no puedo llevar a cabo todas las tareas necesarias, como los deberes escolares, la cena, bañar a los niños, conseguir que se duerman, evitar que se peleen, que lloren cuando les digo que no pueden estar todo el tiempo jugando con la play…etc…etc.

Todos sabemos que para educar hay que estar tranquilo, lo que no siempre sabemos es cómo estar tranquilos. Sabemos que hemos de confiar en nosotros mismos, en nuestra capacidad de convencer al niño de lo razonable, sabemos que necesitamos sentir que tenemos recursos, que podemos tomar las decisiones apropiadas.

Sabemos la teoría…no siempre tenemos las habilidades para llevar a la práctica aquello que conocemos. Sabemos cómo nos gustaría comportarnos, no siempre lo conseguimos. Los niños nos superan, nos muestran nuestra limitaciones…y nos obligan a superarnos a nosotros mismos.

Si queremos mejor, si queremos lograr que nuestro hogar sea como nosotros queremos, se vaya aproximando a lo que queremos…, podemos empezar por reflexionar y hacernos conscientes sobre cómo educamos en realidad. También hemos de comprender qué efectos producen en el niño o adolescente estas formas de actuar. Por último, hemos de encontrar alternativas para lograr educar y lograr los fines que nos proponemos.

Estamos hablando de capacitarnos como educadores, de saber dónde estamos, a dónde queremos ir y cómo lograrlo. Estamos hablando de un proceso de aprendizaje también del padre en conjunción con la evolución del propio niño.

Armonía familiar: bienestar, apoyo mutuo, respeto, aprecio, conexión, cooperación, responsabilidad.

4 Comments

    1. Comparto tu opinión, Txuri. El que enseña es quien más aprende. Los alumnos aprenden pero también son elementos importantes del aprendizaje del maestro. Y así vamos todos avanzando…Cuando nos ponemos en modo «enseñar, educar, comunicar», nuestra mente se pone en marcha, se activa relacionando todos los conocimientos para encontrar la coherencia y ser más eficientes. Este proceso enseña y forma al educador, lo motiva, potencia sus capacidades y hace de su labor algo creativo y enriquecedor para alumno y enseñante. T

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    1. ¡Muchas gracias, por tus palabras, Ascen! En camino estamos todos, aprendiendo a vivir sobre la marcha. Descubrir desde la propia experiencia, a través de las vivencias, donde siempre es lo importante encontrarse en buena compañía. Vivir es convivir y todos aprendemos e inevitablemente dejamos huella en los otros.

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