En esto de la educación hay tanta literatura que una no puede dejar de preguntarse el porqué. La educación es una pasión para muchos de los que nos dedicamos a ella. Yo diría que son excepción los que están en este mundillo sin “engancharse” a él. Y como pequeños quijotes, muchos caemos en la locura y de alguna manera nos cuesta mucho trabajo dejar de leer sobre educación, dejar de escribir, dejar de hablar del tema que encontramos tan interesante.
Es cierto que estamos en una época tremendamente creativa y dinámica a nivel conceptual y teórico. Vivimos al pie de una revolución anunciada y proclamada desde hace décadas: El cambio de paradigma educativo.
En estas circunstancia la pasión nos lleva y nos trae, nos hace trabajar incansablemente y la mayoría de las veces sin saber por qué, seguimos y seguimos, a pesar de que sentimos estar empujando un muro a todas luces inamovible para nuestras limitadas fuerzas.
Y es que educación es vida, no hay forma de vivir sin aprender. De momento nuestra memoria registra cada instante vivido, cada conversación, cada frase leída, cada acción de cada película, todo queda más o menos tiempo grabado en nuestra memoria, y previamente nuestro cerebro lo ha percibido, analizado, decodificado, clasificado… Ha despertado en nosotros sentimientos que lo relacionan con otras muchas memorias, tanto explícitas como implícitas, tanto en palabras como más allás de ellas, con otras experiencias vividas a lo largo de nuestra vida.
A pesar de la rutina nuestra maquinaria mental y emocional no deja de alimentarse, de asimilar, de comparar, buscar acomodo, reconfigurar sutilmente los contenidos y el continente que constituyen nuestra persona.
Aprendemos siempre, inevitablemente cambiamos. E inevitablemente enseñamos a quien comparte nuestras vivencias, a quien habla o se relaciona con nosotros, a quien nos lee o es testigo de alguna de nuestras acciones.
A pesar de la rutina, nuestra mente nunca descansa. Es como un ordenador al que vamos añadiendo favoritos o marcadores según vamos encontrando cosas interesantes en el navegador. Y siempre hay detalles que merecen nuestra atención, que son alimento para nuestros imperceptibles o dramáticos cambios personales. Cambiamos de criterio, de opinión, de aficiones, de punto de vista, cambiamos de humor, de sentimiento, cada día a cada instante.
Ser consciente de este continuo proceso es importante en educación. Para educar es necesario que se establezca una interacción entre al menos dos personas. Cuando estamos enseñando a alguien este primigenio estado de aprendizaje continuo no puede dejar de ser tenido en cuenta.
Cuando quiero enseñar a un niño qué son los ángulos complementarios no puedo erigirme en único elemento de la comunicación. La comunicación ha de seguir siendo bidireccional si quiero no incomodar en el pequeño su propio proceso educativo. He de dejarle que contribuya a mi propio aprendizaje con sus observaciones. Eso significa ser parte activa del proceso enseñanza- aprendizaje.
Puede parecer que eso es un imposible y que será imposible que aprenda si no acalla su mente para escucharme y en eso estoy de acuerdo. Pero si no dispongo yo de la misma actitud abierta a su experiencia vital del momento, el niño apagará su atención como una llama que no logra prender en la mecha. El niño necesita que le concedamos espacio mental y emocional para comunicar a su vez qué está sucediendo en su cabeza ante nuestras palabras.
Y en lugar de eso le pedimos que vuelva a abrir la boca para recibir otra cucharada: los ángulos suplementarios. Y si lo ha aprendido bien, aprovecharemos para meterle apresuradamente “el postre”: los ejercicios, los problemas que se supone que es capaz de hacer después de haber oído mis explicaciones.
Pues no, el niño tiene su ritmo y sus necesidades para asimilar los conocimientos que queremos trasmitirle. Interesar, motivar, comunicar sin prisa, dejarle que lo piense, que pregunte (¡¡¡cómo nos incomodan esas preguntas sin fin…que nos hacen “perder tanto tiempo”, que a veces consideramos como pequeños actos de sabotaje, como cuando el niño “marea la perdíz”, revolviendo la cuchara en el plato de puré, sin querer tomar ninguna cucharada más).
Deberíamos de hacer la prueba, poner en práctica las nuevas ideas sobre educación para poder comprobar hasta qué punto mejorarían las cosas. Pero al igual que pasa en medicina, experimentar con humanos es algo muy serio. Sin embargo se están dando ya pasos hacia adelante, ya hay colegios que han adoptado hace mucho nuevas formas de educar más razonables, menos invasivas y que están teniendo éxito ya que sobrevivir desde hace décadas da buena muestra de ello.
Por eso, gracias a los ángulos complementarios y suplementarios, sensibilizada por el tema, reencuento por causalidad una cita que en su momento me impactó por su valentía y contundencia. La cita que abre estas reflexiones mías sobre educación y que me premito repetiros porque creo que merece una segunda lectura.
“He llegado a una aterradora conclusión:
Yo soy el elemento decisivo en la clase.
Es mi actitud personal lo que crea el ambiente.
Es mi estado de ánimo diario lo que marca el clima.
Como profesor, poseo el tremendo poder de hacer la vida de un niño miserable o feliz.
Puedo ser un instrumento de tortura o de inspiración.
Puedo humillar o divertir, herir o curar.
En cada situación, es mi respuesta lo que decide si unacrisis aumentará o disminuirá, y si un niño se humanizará o deshumanizará”. Haim Ginot.
AUTORES que dejan huella. Qué son como buenos amigos a los que nos gusta escuchar. Amigos que a menudo son amigos de otros amigos.
Cuando descubrí la cita ya tenía referencias del autor. Uno de los libros que uso en la orientación psicoeducativa a padres y madres, es un libro escrito por Faber y Mazlish titulado “Cómo hablar para que los niños escuchen y cómo escuchar para que los niños hablen” declara la directa influencia del doctor Ginot en esta y otras publicaciones. Utilizo y recomiendo este libro en primer lugar porque al leerlo me pareció muy adecuado y en segundo lugar porque ha demostrado ser de gran ayuda. Raro es el padre o madre que no se sorprende de lo útil que es y comentarios como “se lee solo”, “está muy claro”, “es muy bueno, y muy entretenido”, son los que habitualmente suelo recibir. Hay dos versiones, la mejicana tiene una traducción que puede resultar extraña en España (Amazon, poco más de 10€) y hay otra edición traducida al Español que se usa en nuestro país (Amazón, alrededor de 24 €).
Adele Faber y Elaine Mazlish, acudieron a un taller para padres del Dr. Haim Ginot en busca de ayuda para solucionar sus problemas del día a día con los niños. Con el tiempo se dedicaron ellas mismas a enseñar a otros padres las enseñanzas que habían recibido y de su experiencia profesional han surgido varios libros que se siguen vendiendo en todo el mundo.